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orlando vicente A MI NIETA CON AMOR.TATA

 






 


TO OUR GRANDCHILDRENS WITH LOVE.



A MI NIETA CON AMOR.TATA

 

GRANDDAUGHTER Ahora mi nieta camina y me llama TATA en lugar de decirme Abuelo y dispone de un idioma muy especial en que se escuchan algunas vocales y pedazos de canciones que solo la madre entiende. Le da el pecho todavía. Yo siento tanto amor por la niña que descargo en ella lo que mis hijos no tuvieron en Cuba. Llenándola de juguetes cada vez que la veo a cambio de un poco de atención y amor. Es un error comprarle tantos juguetes. Solo en días especiales del año. Así aprenden a valorar las cosas. Pero mi hija y mi yerno no me dicen nada. Otra cosa, cuando tiene alguna diarrea, la madre me llama alarmada al cell y pide consejo: Yo le digo que su madre, mi esposa en Cuba, le daba infusión de la cascara de fruta de Granada-que era un remedio santo-y sales de rehidratación oral y que no suspendiera el pecho

EL ABUELO .A MI NIETA CON AMOR.EL ABUELO ORLANDO.,A JULIETA

A MI NIETA JULIETA  CON AMOR.

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   A  NUESTROS NIETOS CON AMOR.


    Hay que ver que con el nacimiento de nuestro primer  hijo nos pareció una bendición de Dios y un milagro biológico. A la mayoría de los padres le debe suceder lo mismo.

  Nos parecía en gran parte un acontecimiento natural fruto del amor de los padres. Los vimos crecer, dar sus primeros pasos  y decir sus primeras palabras que eran Papá o Mamá. Y nos parecía la cosa más natural del mundo.

  Después, cuando eran mayores comenzaron exigencias más severas para que fueran organizados y disciplinados y futuros hombres o mujeres de bien, siempre en la creencia religiosa de sus padres.

  Años más tarde llegaba la adolescencia, el período de rebeldía  que atraviesan todos los chicos en el cual todo cambia, hasta parecernos que ya no somos importantes en sus vidas y que nuestros consejos son de otro mundo. Y sufrimos, por no comprender bien que es una etapa normal de independencia que  todos tienen que atravesar por muchos valores que les hayamos  inculcado.

  Luego viene el enamoramiento  y el noviazgo. Pensamos que perdemos una parte de ellos y sobre todo de su amor. Somos egoístas en eso de apropiarnos de los sentimientos de nuestros hijos, hasta que nos resignamos.

  Y tenemos que competir con un yerno o una nuera que nos viene a dividir, casi siempre, como familia, sobre todo en Cuba en que dos o tres generaciones conviven bajo el mismo techo.

  Y  a la hora de la llegada del primer nieto o nieta, ¡Qué amor que nos renueva! Había existido como una pausa en el amor que nuestros hijos nos demostraban. Pero la llegada de una nieta nos “embaraza” a nosotros los abuelos también.

  Cuidado con dar muchos consejos y avisos a nuestra hija sobre el embarazo, a pesar de haber sido también padres y tener experiencia. Mucho cuidado. Los hijos quieren hacer las cosas a su manera, y nos tildan de viejos o viejas muy entrometidos en el proceso.

 Cuando mi nieta nació aquí en Uruguay por cesárea a causa de una Eclampsia pesó 860 gramos. Yo estaba a su lado y lloraba como un crio. La madre tranquila, en otra sala, confiaba en que todo saldría bien, que así era la vida.

  MI nieta cabía en una mano y estuvo en incubadora dos meses. La doctora del CTI decía que la beba era todo una luchadora y que iba a tener mucho carácter. Se agarraba a la vida con todas sus fuerzas.

  Semanas después le permitieron darle el pecho y alimentarla con leche materna ordeñada de la madre. El padre siempre confiaba que la beba saldría adelante. Y así fue.

  Un buen día le dieron de alta en la Mutualista y qué emoción sentí al apoyarla contra mi corazón como si fuera un milagro de Dios. Yo que soy médico, vi en Nicaragua como morían los prematuros diariamente. Pero la ciencia había avanzado para bien y el descubrimiento del Surfactante para la maduración pulmonar había resultado milagroso.

  Ahora mi nieta camina y me llama TATA en lugar de decirme Abuelo y dispone de un idioma muy especial en que se escuchan algunas vocales y pedazos de canciones que solo la madre entiende. Le da el pecho todavía.

  Yo siento tanto amor por la niña que descargo en ella lo que mis hijos no tuvieron en Cuba. Llenándola de juguetes cada vez que la veo a cambio de un poco de atención y amor.

  Es un error comprarle tantos juguetes. Solo en días especiales del año. Así aprenden a  valorar las cosas. Pero mi hija y mi yerno no me dicen nada.

  Otra  cosa, cuando tiene alguna diarrea, la madre me llama alarmada al cell y pide consejo: Yo le digo que su madre, mi esposa en Cuba, le daba infusión de la cascara de fruta de Granada-que era un remedio santo-y sales de rehidratación oral y que no suspendiera el pecho.

  Pero a mí ellos no escuchan consejos de un médico viejo pero con experiencia y la llevan al Pediatra quien le aconseja lo mismo excepto que no conoce la Granada.

  Pero los nietos son otro resurgimiento del profundo amor que dábamos a nuestros hijos, y un reverdecer de la importancia de tener un abuelo cercano a quien solo le llama Tata, todavía.

                       
                 Dr  Orlando Vicente Álvarez
cubano uruguayo,genio           

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