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Tuesday, August 18, 2020

A MI NO ME DEJAN ENTRAR...VOLVER

A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado. Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño. Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos. Una noche después, estando en el

A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado.
   Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño.
    Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos.
   Una noche después, estando en el corredor balanceándome en bermuda por el inclemente calor se acercó mi hijo. Ya era todo un hombre de 20 años guapo por los ejercicios y alto por los genes que le legó la rama de la familia materna.
   Me dio un beso en las mejillas y me preguntó cómo eran las mujeres uruguayas. Yo le dije vaguedades para que no se entusiasmara.
    _Papa, ¿tú te acuerdas de nuestro perro Serafín, aquel caniche que queríamos tanto?
   _ Claro que me acuerdo, hijo.
  _ ¿Y que me dijeron que se había ido al cielo de los perros?
   _ Eras un chico tierno. No se te podía decir la verdad hasta que tú la descubriera por ti mismo.
    -¿Sabes una cosa?
   -¿Qué dime, hijo mío?

   _ El cielo sería muy aburrido sin nuestros perros.DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ CUBANO URUGUAYO GENIO

MONDAY, NOVEMBER 19, 2018

GUANTÁNAMO: MAMÁ GLORIA.MI HEROINA

GUANTÁNAMO: MAMÁ GLORIA. MI HEROÍNA.




   Yo tenía la prohibición de Cuba de no visitar a mis familiares por  17 años.
  Llamaba a Mamá Gloria por teléfono  cada mes.
  -¿Cómo te sientes mamá?
  - Barbara, hijo. Y a ti. ¿Cómo te va?
  - Macanudo, extrañándolos mucho…
   - Ay hijo. Aquí no hay café, ni aceite, ni pan fresco, ni harina. Castro nos ha quitado todo.
    Decia con humor. Y yo advertía:
   -¡Mamá! Que seguridad del estado te puede oír!…
  - Ya yo estoy vieja para temerle a esa partida de chivatos…. Ahora están  vendiéndonos unos chicharos de color  rojo… Dicen que los cultivan a escondidas en las tierras rojas de Baracoa.
   -Está bien Mamá.  Pero… ¿Qué hay de nuevo?
   - Bueno. Tú sabes que mi único padecimiento es que estoy ciega… Se murió tu prima M…. de  cáncer intestinal y tu otra prima Fe… de cáncer del pulmón por fumar como una cafetera. Pero la vida sigue, hijo, todos vamos al hueco tarde o temprano.  Yo le hablo a Dios directamente ya no confío ni en los curas. A veces le doy un escándalo en silencio o le pido perdón, eso de acuerdo al mal o bien que nos rodea.
  Mamá había sufrido la pérdida de dos hijos ya grandes y de mi padre. Los lloraba a veces pero decía que era la voluntad del altísimo y seguía con su buen humor y alegría.
     Entre mi hermano y yo la trajimos al Uruguay con mi hermano más chico que había quedado en Cuba. Gran emoción verlos sentí después de tantos años.
  -Vamos. Nada de llantos. Aquí estoy entera y feliz de verlos.
  Los hospedamos en la casa de mi hermano y mi cuñada uruguaya frente a la playa con el frescor del mar y el sol aun picante de los primeros días de otoño.
  Mi hermanito me dijo:
  -Ella dice que no ve nada, que está  ciega, pero despidió a la mujer que la cuidaba y ella misma limpiaba la acera con la escoba y veía la novela de las 8 pm en Cuba.
   La familia la observaba y le decía:
  - Abuela, pero usted algo ve.
  - Sí. Pero veo todo como entre una nube.
   -Entonces, ¿Cómo ve el polvo del corredor?
  - No pregunta. No más pregunta. Y la novela no la veo… La oigo.
  La primera vez que la llevamos a un gran supermercado dijo:
   -¡Pero que bodega más grande! ¿No se pierden entre tantos estantes? ¿Aquí hay guías?
   Le mostramos todo el shopping paseando entre las góndolas repletas de artículos y alimentos.
  - ¡Ave María Purísima! Pero cuántas cosas que no necesitan. Yo con un pedazo de carne, un plato de frijoles con arroz me conformo. Ahh. ¿Esos son chorizos?
   -SÍ, mamá, de todos los gustos y tamaños- le dijo mi hermano.
   -Pues de esos me compran... que Castro los eliminó y mi familia gallega y mi difunta madre los preparaba en el patio de la casa al borde del río Guaso y yo me acostumbré a comerlos, tengo antojo de chorizos.
     Yo le había comprado en Montevideo tres vestidos de lujo para que los llevara a Cuba. Los examinó, los estrujó entre sus dedos para apreciar su textura y me dijo:
  -¿Esta es la vestimenta que se ponen las mujeres maduras aquí?
  -Sí. Mamá. Y hay uno de seda pura.
  - ¿Cuál, el de color vino?
  - Sí- le dije.
  - Pues yo no me voy a poner eso en Cuba. Para mí,  batas blancas sencillas para andar en casa y vestidos  de  muchos colores para ir a los velorios. Esto se los regalaré a mi hermana que es más joven y siempre ha sido más audaz que yo.
Y continuó:
  -Ropa así me ponía para salir con tu padre a bailar al  Casino Español que Castro después convirtió en una casa de Cultura. Una porquería. Además, mi  difunto marido me colocaba una flor en el hombro izquierdo para demostrarme su amor.
  -Mamá. Aun no eres tan anciana. ¿Por qué no te echas un novio?
  - No hijo. Yo fui muy feliz con tu padre y seguí lo que me enseñaba la Iglesia Católica. “Un hombre para toda la vida” Le di 5 hijos pero él se fue antes que yo. Se me acercan algunos pretendientes, viejos sin dinero y sin casas, pero yo los espanto a todos. Tu padre fue mi primer amor, el único y así moriré.

  Me recuerdo de mi abuela  paterna “Presentación” viuda de un rico mercader y usurero. Mi abuela cultivaba su gran jardín en la mansión que vivía en el Reparto Dabul. Usaba un lindo sombrero de pajas adornado con flores, la única concesión que le daba el ser mujer. Era seria y casi no reía. Nos preparaba unas vainillas cada domingo cuando la visitábamos con mis padres en la camioneta.
  Cultivó una rosa Dalia que era su orgullo. Mi madre se tiró una foto junto a la flor que aún conserva entre sus archivos fotográficos. Mi abuela Presenta como les decíamos,  tenía un revolver guardado para espantar a los ladrones o intrusos ya que en aquellos tiempos el barrio Dabul estaba un poco lejos de la ciudad.
   Una tarde, siendo yo  médico y teniendo ya mi abuela como 86 años se sintió mal del abdomen y la llevé en mi auto al hospital ya casi inconsciente.
  El cirujano era de mi entera confianza y amigo mio. Mientras le hacía una maniobra que no deseo describir, mi abuela seminconciente empezó a gritar “Cojones, Cojones” Le salió todo lo de gallega que conservaba de su juventud, Murió tranquilamente esa noche y sus últimas palabras fueron  “Cojones, Cojones”. Pobre abuela mia. Murió como un jiquí, dura y seria como siempre había sido.   

  Días después una prima gallega de mi madre le hizo un almuerzo en su honor en el hotel del cual era dueña.
  La mesa estaba repleta de manjares suculentos. Mamá sin pedir permiso agarró un cuarto de pollo asado y se lo comió con las manos sin ceremonia alguna. Después se sirvió un plato de cerdo asado con verduras.  Se la estaba desquitando del pasado en que la dictadura la había privado de aquellos alimentos.
   Yo solo comí cerdo asado y algunas vegetales pues ya se había descubierto mi diabetes y estaba con tratamiento con hipoglucemiantes orales. No le había dicho nada a mamá.
  La repostera del hotel había hecho una tarta de durazno o melocotones y mucho merengue. Yo no pude resistir la tentación y comí un buen pedazo. De repente me dio deseos urgentes de ir al baño. En el camino me encontré a la repostera que tenía glaucoma, un ojo saltón y que miraba hacia otro lado en contraposición con el otro ojo aparentemente sano. También mi hermanito que iba para el baño.
  Entonces sucedió lo inesperado, un rotundo gas retumbó en el espacio y yo salí corriendo hacia el inodoro.
   Más tarde mi hermanito, que había presenciado mi situación junto a la pastelera me dijo:
   - ¡Compay te lánzate un gas que a la mujer se le enderezó el ojo y se le metió pa’ dentro!
  Yo me reí de sus palabras. Fue una de los chistes que después comentábamos en familia y todos nos reíamos, sobre todo mi madre.
    Esa noche mi madre la despertó un cólico intestinal de la hartura que se había dado en el almuerzo del hotel.
    Yo la examiné.
    -Es una ingesta mamá. Comiste demasiado. Tus  enzimas para digerir tanta comida inusual se han dormido. Ve ahora al baño y evacua.
  Así lo hizo mi querida vieja y después, aliviada, se durmió junto a mi hermanito como una niña.
     Mamá no le gustaban los cartuchos envasados o en blister de café que les comprábamos:
  -Esto no es café, muy refinado y glaseado. A mí me gusta el café en grano que en Cuba yo tostaba en un caldero con azúcar prieta. Ese sí era café del bueno. No este sintético, sea colombiano o brasileño. Nada como una tacita de  café cubano.   
  Después de dos meses de estancia en casa de mi hermano y escuchando bajo una sombrilla de la terraza canciones de Celia Cruz y Marco Antonio Solís mi madre le entró la añoranza de su casa en Cuba y dijo que quería irse.
  Mi hermanito que hacia como un año había abierto una pizzería al lado de casa estaba también preocupado por cómo estaba el negocio.
  Y al se fueron.
  Cuando la llamé días después por teléfono me dijo con humor:
  - No hay café, ni aceite, ni arroz solo chícharo de Baracoa.
  Y no la volví a ver hasta que después de 17 años me permitieron visitar a mi familia.

SATURDAY, NOVEMBER 3, 2018

ÚLTIMO CULTO A LA PERSONALIDAD: INSTITUCIÓN DEDICADA A FIDEL CASTRO

   EL ÚLTIMO CULTO A LA PERSONALIDAD. INSTITUCION DEDICADA AL ESTUDIO DE CASTRO.

   Según la prensa de Cuba se terminara una institución dedicada al estudio de la obra del Comandante suprema, que como última voluntad exigió que no usaran su nombre en  calles, monumentos, o instituciones.
 Pero esa fue solo una frase de falsa modestia y de no querer transcender. Sabía que sus aduladores algo se inventarían sobre todo notando que el mito del luchador contra el imperio del norte, por los pobres del mundo, etc.,. se iba difuminando sobre todo entre los jóvenes y los niños que solo están para vestir ropa de marca extranjera y no están tan adoctrinados como la generación anterior.
  Además, para que “el enemigo”·léase el exilio cubano y todos los defensores de la democracia del mundo" vieran que se conservan, aunque sea en archivos de alta tecnología, la vida y obra de un dictador.
  Es una clase se  “Museo”  de alta tecnología de lo que fue su socio- pática vida. ¿Acaso  recolectarán sus desaciertos, sus fallidos planes económicos, su intromisión en África, los fusilamientos de subalternos en que otros del consejo de Estado lo apoyaron, los soldados muertos en campañas foráneas, el cómo hizo depender a un país próspero en una dependencia de la Unión Soviética, los secretos  de los misiles nucleares que tuvieron al mundo al borde de una catástrofe, sus variadas aventuras amorosas y los secretos de su muerte?
   No. Los niños y jóvenes no podrán saber nada de eso.  No quería estatuas ni nada semejante, el ejemplo de los dictadores como Stalin, Sadam Hussein, etc.., era bastante aleccionador. Sabía que algún día  la verdadera historia saldría  a la luz.
  Debería el PCC y las altas figuras del gobierno cubano, incluida la de Raúl Castro, invertir ese dinero en comida y vivienda para el pueblo que ahora y más que nunca, lo necesitan.
  Los gusanos verde olivos temen perder sus puestos si no reverencian  de alguna forma a una momia que se incineró en un último acto de megalomanía.
  También es para quitarle bríos al exilio cubano al ver como la obra de Castro perdura en esa institución. Temen al olvido que inexorablemente llegara como una fuerza lenta pero segura o como una explosión de rabia contenida por tantos años de aislamiento, hambre para las personas de a pie y desinformación,
  Pero la Libertad está genéticamente en el ser humano y a eso tienden los pueblos cuando son oprimidos.
  Esto solo es el canto de un cisne negro cuyo arroyo se seca poco a poco y muere sin poder escapar.   



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SUNDAY, AUGUST 26, 2018

SERAFIN EL PERRO

SERAFIN EL PERRO

     Antes de venirme  al Uruguay compré un perrito que parecía un pedazo de estambre blanco. Era un perro Pude o Caniche que creció enseguida hasta convertirse en uno que ladraba y arañaba nada más.
   Mis dos hijos, la chica ya tenía 7  años y el varón 3, se encariñaron con Serafín y no se separaban de él. Habia que verlos  a la hora de bañarlo en la pileta del patio con mucho shampoo, cómo templaba a pesar del calor reinante y quería escaparse. Pero mis hijos gozaban del acto como si de una fiesta se tratara.
    Luego lo secaban con una toalla vieja y entonces venía el momento de la diversión: se tiraban sobre las baldosas de la cocina, riendo y gozosos, mientras Serafín les lamia la cara y ellos se reían contentos y felices.
    Yo me sentaba en una silla y los observaba queriendo también arrojarme al piso y compartir de la alegría de ellos, pero me contenía. Un padre no puede comportarse como un niño, así pensaba yo. Pero me sentía feliz por unos instantes mientras mi esposa, atareada en la cocina, aparentemente le era indiferente todo lo que sucedía.
    Llegó el tiempo de irme al Uruguay y está fijado en mi mente como en una fotografía la cara de mis dos amados hijos  llorando espontáneamente mientras yo subía la escalerilla del avión.
   Pasaron dos años hasta revalidar el título aquí en Uruguay. Yo los llamaba por teléfono cada mes.
   En una ocasión quise hablar con el varón primeramente y con voz cortada por el llanto me dijo:
   -Papá. Serafín se fue al cielo de los perros, ayer.
   Yo quise llorar porque sabía lo que aquello significaba.
   -Es así hijo. A todos los perros que amamos les llega su tiempo de ascender al cielo. Ya tu madre te conseguirá otro.
   La chica, que ya tenía unos años demás, también dijo con vos entristecida:
   _ Pa, Serafín se nos murió.
   _ Se fue al cielo como dijo tu hermano y tenes creerlo hasta que él lo descubre por sí mismo.
    El varón tomo el auricular.
   _Papa. ¿Y cuando tú vienes?
    -Pronto. Pronto. Hijo mío.
   - Siempre dices “pronto” pero cuando es “pronto”
   -Ya. Si Dios quiere, será muy pronto esta vez.
   Pasaron los años. Fui director de una clínica privada y reuní el dinero y alquilé una casa para que la familia viniera. Pero al avisarle a mi esposa me dijo que ellos estaban tranquilos allá y que  no hacía falta emigrar.
  Aquello fue un golpe duro para mí. Me acostumbré y la tristeza me embargaba. Le enviaba dólares todos los meses.
   Al cumplir los 18 años mi hija quiso reunirse conmigo y vino desde cuba como emigrante al Uruguay a reunirse con su padre. A mí no me dejaban entrar a Cuba por ser médico profesional y haberme quedado.
   Por fin a los 17 años de separación me dieron carta abierta, pasaporte y el permiso de la embajada para visitar a mi familia. Mi hija había conseguido trabajo- y hasta un novio uruguayo- me acompaño.
    Solo recuerdo mi llegada a Guantánamo entre lágrimas y besos.
   Una noche después, estando en el corredor balanceándome en bermuda por el inclemente calor se acercó mi hijo. Ya era todo un hombre de 20 años guapo por los ejercicios y alto por los genes que le legó la rama de la familia materna.
   Me dio un beso en las mejillas y me preguntó cómo eran las mujeres uruguayas. Yo le dije vaguedades para que no se entusiasmara.
    _Papa, ¿tú te acuerdas de nuestro perro Serafín, aquel caniche que queríamos tanto?
   _ Claro que me acuerdo, hijo.
  _ ¿Y que me dijeron que se había ido al cielo de los perros?
   _ Eras un chico tierno. No se te podía decir la verdad hasta que tú la descubriera por ti mismo.
    -¿Sabes una cosa?
   -¿Qué dime, hijo mío?

   _ El cielo sería muy aburrido sin nuestros perros.

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