EL ESPETO CORRIDO EN URUGUAY. Día de los Reyes Magos.
En la noche del día de Reyes me invitaron a un Espeto Corrido aquí en Punta del Este.
Ya yo veía como una plaza de toros, con las bestias negras y sudorosas entrando al ruedo.
El nombre debía provenir del catalán o ser de Pamplona, tenía una sonoridad que me recordaba a la vieja patria de mis abuelos.
Los comensales debían entrar entre caballos y toros de lidia. Pero no. Era un gran restó o restaurante que hacia esquina entre cristales y mozos de negro pero no veía ningún toro por ninguna parte.
Lo primero que me llamó la atención era que entregaban una tarjeta a cada comensal. Yo pregunté educadamente:
-Ven acá Chico pero qué cosa es esta. Ya estoy cansado de la libreta en Cuba para que aquí también me den una para entrar. –Y agregué- ¿No me diga que los alimentos también son racionados? ¿Me tocan frijoles que hace añales que no encuentro por ninguna parte?
-No. Señor. Esa libreta es para apuntar lo que usted consuma. Ahh. Y los frijoles aquí se llaman porotos.
- No quiero porotos. Yo quiero comer un plato de frijoles bien fritos aunque mi diabetes me lleve a un estado de Coma.
- Bueno. Tome un plato y sírvase del Buffet.
Yo desfilé con el resto de los invitados avergonzados por ser un cubano casi guajiro. Pero orgullo aparte. “Guajiro pero con mucha honra" Yo quería simplemente comer un plato de frijoles.
Desfilamos plato en mano por la mesa del llamado “Buffet”- allá en Cuba le llamábamos “Mesa Sueca”- como si los suecos hubieran inventado el sancocho que se servia en aquellas mesas nórdicas pero cubanas.
Sorpresa sentí cuando vi tantas exquisiteces en las bandejas, algunas con nombre franceses, ruso o del sur de Vietnam. Como los ravioles "a la Caruso" con crema doble que después de una cerveza negra te hacían cantar hasta un Aria de Pucchini.
Después vino lo lindo. Había que pesar cada plato en una balanza electrónica. Y te ponían un sello o cupón al dorso con los gramos o kilogramos y todo eso. Nada que cada vez me recordaba a la Cuba de quien ustedes saben.
Pero Dios Mío. Yo pensé que aquí en Uruguay no se racionaba el alimento. Todo era por kilo y sabores, aspecto, si cinco o cuatro estrellas y todo eso.
Por fin un viejo amigo escritor uruguayo me murmuró que el Espeto Corrido eran unas palabras de origen brasileño para designar este tipo de servicio pero el uruguayo seguía prendido de la Milanesa- bistec empanizado- y a las papas fritas. Que este tipo de restó todavía no había “prendido” en el paladar del país.
Yo encontré por fin los frijoles negros. He aquí que se llamaban “Feioada”
Feioada de qué. Son simplemente potaje de frijoles negros. Qué feioda ni feioda.
Unas cervezas después ya se me soltó la lengua y el cubaneo emergió. Le dije a la Chiqui que quién le había regalado aquellas joyas y pendientes tan bellos.
-Esos me los regaló mi amiga M...
-Ahh. M.... Cuando tenía plata porque ahora está más pelá que una yuca en casa de haitiano.
Ella discretamente aparto la conversa sobre sus joyas y me empezó hablar de una dislocación del hombro derecho que la tenía rezando con una sola mano pues la otra no podía elevarla.
Yo le dije:
-Venda esas caras joyas y hágase un bloqueo anestésico en el hombro o si no una operación con anestesia general.
La pobre Chiqui hizo silencio como ofendida. Dios mío, creo que metí la pata digo las garras porque ya yo estaba hecho un león con la media cerveza que me había tomado.
Entonces el escritor empezó a hablar de sus libros. Que el Libro Rojo pa' allá, que el Libro Amarillo pa' acá, hasta terminar su discurso con el libro Negro.
-Señor. Usted se piensa que la literatura es como el arcoíris. Solo me faltaba que hablara del libro Ultravioleta para terminar que nadie lo ve ni lo lee. Además, yo los leí todos. El amarillo me dejó esquizofrénico con tantos visiones que describía, el Rojo me dejó los ojos encendidos como una conjuntivitis y el Negro me dejó listo para la sala de Enfermos Mentales del hospital psiquiátrico del Vilardebó.
Toda la mesa quedó en silencio.
- Pero caballeros. ¿He dicho algo improcedente?
Todos se miraron entre sí. El escritor todavía tenía la boca abierta y la Chiqui bajaba la cabeza avergonzada.
-Vamos a tu casa, fulano-ese era yo,- que parece la cerveza y la diabetes se te han subido a la cabeza.
Camino a casa empecé a trastabillar y le dije a mi cuñada.
-Antes cuando bebía cerveza los tragos se me subían a la cabeza, ahora descienden a mis pies. No puedo caminar. ¡Ayy. Mamacita mía! Qué vida más loca. ¿Por qué me trajiste al mundo?
Antes de acostarme me pregunté, pensando que aún estaba en Cuba:
-¿Y los frijoles negros? ¡Bodeguero, descarado! Deme la ración de porotos digo de frijoles negros que aquí traigo la libreta de racionamiento.
Y así pasó el feliz día de los Reyes Magos en Punta del Este. Uruguay.
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Gracias a Dios que me porté racional y sobriamente.
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