JUANICA LA
LOCA
- En mi barrio de Guantánamo en la zona sur vivía una negra cuya piel era como betún, si el sol le daba fuerte parecería que se convertiría en chapapote. Siempre estaba limpia y con su ropa pobre bien lavada. Se decia que trabajaba de lavandera y un día cuando un rayo mato a su pequeño hijo se volvió loca.
- Lo cierto es que cuando el cielo se nublaba salía a las calles gritando y se metía en la primera casa que veía abierta. La gente a sus gritos cerraba sus puertas y los niños del barrio, crueles siempre, le gritaban: Juanica va a llover. Y ella se desesperaba más aún.
- Un día yo la vi venir y deje la puerta abierta. Mi madre en el fon do de la casa no supo nada hasta que escucho los gritos de Juanica que se tiró en un sofá a sollozar y a pedir agua salada. Mi madre se acercó y le puso un paño húmedo en la frente mientras la consolaba.
- Pero Juanica estaba inconsolable y pedía agua con sal para beber. Yo fui a la cocina y vacié un puñado de sal en un vaso de agua a ver el efecto que hacía, a ver si se marchaba y por cruel que era.
- Decían que si empezaba a llover se ponía peor y se metía debajo de las camas lo que empeoraría las cosas. Cuando Juanica bebió el vaso de agua resalada emitió un grito y salio como un cohete por la puerta con su cantinela de siempre.
- Pasaron los años y Juanica continuó con su andar de loca. Yo la veía los domingos en la iglesia de la Milagrosa con su ropa pobre pero limpia y como acabada de bañarse. Entonces sentía más respeto por ella pero permanecía en silencio solo murmurando quién sabe qué.
- Una mañana me enteré en el hospital que Juanica la loca había muerto y que nadie de la iglesia había ido a su entierro.
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