EL DILUVIO UNIVERSAL.
PRIMERA PARTE
Fragmento de la novela
Los Dioses también Ríen.
Escenas cómicas de la Biblia.
De Orlando Vicente Álvarez
La cosa estaba mala
para los pobladores de la tierra siempre de juerga y mujereando. Dios vio como
estaba el mundo y no le gustó lo que vio. Llamó a Noé, un anciano de como 900
años, que era un Santo Varón – nunca se menciona en las sagradas escrituras a
una Santa Mujer o una Santa Varona- y seguía a Dios hasta después de las
tormentas.
Dios le dio
instrucciones a Noé de las dimensiones
de un gran barco o arca o como se llame y le dijo que enviaría un diluvio que
cubriría hasta la montaña más alta. Solo sobrevivirían Noé, su esposa, sus tres
hijos Sem, Cam y Jafet y sus numerosas nueras. Además le dijo que buscara una
pareja de cada animal. De aves del cielo y de toda alimaña que se arrastrara.
Misteriosamente,
mientras su padre construía el Arca los tres hijos del patriarca
emprendieron un viaje por el mundo que
solo Noé sabia. Un día aparecieron los tres mozos con unos cilindros largos que ocultaron en el
sitio donde las mujeres nunca buscarían –las esposas siempre están husmeando en
los cajones de los hombres en busca de
un supuesto lápiz labial o de un perfume extranjero—pues lo escondieron en el
excusado al lado del hueco de hacer sus necesidades.
Después empezó la
entrada de los animales gigantes como elefantes, rinocerontes y camellos, macho
y hembra entraron en el Arca y toda ave del cielo por parejas y toda alimaña
que se arrastra- las mujeres corrían despavoridas a los sitios altos del barco.
Veían alimañas por doquier sobre todo cucarachas- de todo es conocido el terror
de las mujeres ante este pacifico insecto.
Cuando todo estuvo
completo Noé mandó cerrar las compuertas y empezó un aguacero como nunca se
había visto. Durante cuarenta días y cuarenta noches llovió o diluvio
copiosamente. Pero Noé había cometido un
error: había dejado entrar chinches, garrapatas y piojos que se reprodujeron
pronto y le hizo la vida imposible mientras llegaba el escampe. Los bichos se
metían en todas partes del cuerpo, sobre todo en los genitales y como en
aquellos tiempos nadie se bañaba la infestación fue peor. Hasta los leones
rugían de la picazón. Hasta dos lindos pericos perecieron de los ácaros que los
atacaban. Hay un manuscrito encontrado
cerca del mar muerto que se atribuye a Sem que describe al Arca como “el barco apestoso” y que hubo un momento
de flaqueza del Patriarca que se hincó de rodillas, elevó sus brazos al cielo y
dijo: Señor porqué nos has mandado esta calamidad, debíamos haber perecido con
los que se ahogaron- pero los judíos no aceptan esta versión apócrifa del
diluvio.
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