EL AMOR ANIMAL .....CEZANNE CHAGALL KAMASUTMA ORLANDO VICENTE ALVAREZ
Recuerdo bien la tarde en que se presentó Henry en nuestra vida.
Era al ponerse el sol en un día muy caluroso y estábamos toda la familia sentada en la puerta de nuestro Garaje.
Se nos acercó un perro de raza indefinida, parecia un galgo pero con inmenso hocico y gran boca. El animal parece que había sido abandonado por su dueño o estaba perdido.
Mi madre le trajo un pedazo de pollo y entonces notamos que no tenía dientes, todos habían sido arrancados de su sitio, pero el perro necesitaba compañía y estaba hambriento. Nos apiadamos de él.
Mi madre le preparaba en la batidora una papilla de carne y leche para que se alimentara como si tomara agua ya que al faltarle los dientes no podía masticar como acostumbran hacer todos los perros.
Le dimos cariño. Pero nunca respondía al nombre de “Henry”, como si el verdadero fuera otro, el que le había puesto su antiguo dueño.
Un vecino experto en casería nos dijo que el perro no era más que uno de caza, que para que no desguazara las presas tumbadas con rifle o escopeta se le arrancaban todos los dientes.
Los niños de la vecindad le lanzaban un ladrillo completo a lo lejos y ahí iba Henry a atraparlo con su gran bocaza, sin lastimarse las encías. Cosas crueles que hacen los chicos.
Por mucho amor que todos le proporcionaban Henry no se apegaba a nadie solo a Mama a la hora de comer. En la tarde se sentaba en la vereda sobre sus cuartos traseros y miraba y miraba los camiones pasar. Entonces se ponía de pie y ladraba a cuanto camión pasara por nuestra calle. Después, desencantado volvía a su misma posición, hasta que caía la noche.
Pero una tarde calurosa, estando Henry en su posición de paciente espera, pasó un camión repleto de obreros de la construcción y el perro volvió a ladrar. Pero esta vez del camión un hombre pegó un grito con un nombre que nadie entendió. Henry salio corriendo y de un salto trepo a la cama del camión a reunirse con su dueño sin mirar atrás, sin agradecer los cuidados que les habíamos dado en su nueva familia adoptiva.
Ejemplo de lealtad con su amo aunque su labor de perro de presa lo maltratara seguía fiel a la familia o al hombre que le ayudó a crecer y de quien había recibido el primer plato de comida.
Yo lo vi como un ejemplo de fidelidad a su amo. Todo el amor del mundo de otros no lograba llenar el vacío del perro que sufrió abandono o quizás otras torturas más.
El perro nos dio ejemplo de amor y apego a su pasado.
No lo volvimos a ver.
El perro nos dio ejemplo de amor y apego a su pasado.
No lo volvimos a ver.
El perro nos dio ejemplo de amor y apego a su pasado.
Yo lo vi como un ejemplo de fidelidad a su amo. Todo el amor del mundo de otros no lograba llenar el vacío del perro que sufrió abandono o quizás otras torturas más.
Eso me recuerda a la mayoría de los exiliados cubanos. Una canción, un paisaje de su tierra, un familiar, lo retrotrae a la tierra, por muy adaptados que estén en su nuevo nación. Sobre todo cuando uno se está poniendo viejo y una pequeña lágrima se desliza por la nostalgia de la remembranza.
Como los hebreos que estuvieron 40 años en esclavitud en Babilonia y a pesar de los maltratos y las torturas lloraban por su pequeño territorio dejado atrás y mantenían sus costumbres, tradiciones, su Dios y hasta sus canciones.
Eso se llama sentido de Pertenencia a nuestras raíces. Aunque pasen 40 años de Comunismo siempre habrá un latido de Cuba en nuestros corazones.
ORLANDO VICENTE ALVAREZ
AUTOR DE “MEMORIAS DE UN NIÑO GUANTAMERO”
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