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Friday, April 29, 2016

Chinandega: medicos cubanos en nicaragua.





FRAGMENTO DE LA NOVELA "CHINANDEGA: MEDICOS CUBANOS EN NICARAGUA"


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      Cuando estaban más contentos por la cerveza y los entremeses, se fueron a bailar al Ranchón donde había una pista de baile. Bailaron con impeto y alegría. No podían pedir más a la vida.   Ya había caído la noche y más allá de los mangales que rodeaban la finca se cernía la obscuridad del bosque tupido y la luna nueva proyectaba su claridad sobre el lindero del bosque. De repente un helicóptero con un ruido ensordecedor atronó el cielo. Varios jeeps militares ocuparon el área.De uno de ellos alió el comandante Fidel Castro y toda la juventud corrió hacia el vehículo a aplaudirlo y agasajarlo.
     Fidel vestía como siempre su uniforme de verde olivo. Se colocó al lado de la puerta del jeep y hablo a los presentes:
     __ Veo que todos son muy jóvenes. Es la primera misión que enviaremos a Nicaragua a realizar el internado en los Hospitales de los diferentes departamentos. Con ustedes van los profesores de las materias más importantes__ Hizo una pausa larga y después miro a la encargada del grupo de apoyo al comandante a quien se le había recomendado especialmente organizar esta misión. __ Ángela tú me dirás si todo esta listo, ya se van pasado mañana.
     Ángela, una muchacha de unos treinta años con el pelo teñido de rubio, esbelta y bonita, respondió:
    __ Si, Comandante, ya todo está listo hasta el mínimo detalle. Los chicos estarán bien colocados.
    __ ¿Por qué no nos vamos al Ranchón a tener un intercambio más cercano con los jóvenes? __ Inquirió Fidel.
     Todos los muchachos corrieron al Ranchón donde se sentaron en las sillas e hicieron un semicírculo alrededor de una de ellas donde tomo asiento el Comandante. Daniel se quedó en la parte exterior del ranchón y se subió a una silla para ver al Dirigente desde las alturas. Lo intimidaban los guardaespaldas que con sus walky-talky rodeaban el ranchón. De momento tuvo la sensación de ser excluido de una manada de perros. Si fuera más osado se habría sentado junto al macho alfa y le hablaría directamente de sus preocupaciones. Pero eso ya no era posible. Fidel hablo:
     __ He dejado recientemente el hábito de fumar habanos. No ha sido fácil. Lo que más extraño es la ausencia del encendedor en mi bolsillo más que los habanos. Siempre que salía me palpaba el bolsillo en su busca y aun no pierdo la costumbre.
     Todos rieron por la anécdota. Ya relajado el ambiente Fidel fue al tema principal: la misión.
     __ Sé que ustedes van a llevar en alto el espíritu de nuestra juventud aguerrida a Nicaragua y sabrán demostrar cómo es un médico cubano revolucionario. Siempre dar el ejemplo. Sacrificio es lo único que les pedimos. La Revolución sabrá compensarlos luego. __ Hizo una pausa y luego añadió cambiando de tono y dirigiéndose a su lado __ Ángela. ¿Hay alguna cosa que los chicos necesiten y no te hayan pedido?
    Ángela llevaba dos años trabajando con el grupo de apoyo al Comandante. Lo conocía bien para anticiparse a sus deseos. Mientras otras cabezas rodaban por el menor error, ella había sido capaz de mantenerse en pie, luchando a brazo partido contra un ególatra que no admitía la menor falla. Así había casi anulado su personalidad. Solo convirtiéndose en una máquina de eficiencia y rapidez para complacer los deseos más mínimos del jefe. Había mantenido un espíritu sumiso pero firme en tomar decisiones, adelantándose a los caprichos del Presidente. Así había sobrevivido y planificaba mantenerse en el ruedo por algunos años más. No se engañaba. Sabía que los subordinados al comandante no duraban mucho. Por ello tenía una carta guardada en la manga:
    __ Mañana a primera hora recibirán en la Facultad de Girón donde se hospedan libros de Cirugía y de Medicina Interna nuevos. También batas blancas de su talla para que estén presentables en su trabajo. Sabemos que los médicos nicaragüenses no usan las batas. Así damos el ejemplo. Además. __ Hizo una pausa para tomar aliento y se dirigió a los estudiantes en general__ Les daremos un estetoscopio y un esfigmomanómetro de ultima generación con un maletín de medico donde puedan llevar sus cosas.
     Ángela no sonrió triunfante. Se mantuvo a continuación con la cabeza gacha exhibiendo la mejor modestia que pudo. El Comandante sonrió satisfecho.
     __ Bueno. Parece que todo está listo, como dijo Ángela, hasta el último detalle. __ Cambio de tono__ Y ahora quisiera escuchar alguna opinión de ustedes.
     Del grupo de estudiantes que rodeaba al Comandante en Jefe se levantó una muchacha de estatura baja, cara bonita, cabello abundante teñido de caoba y una figurita redondeada de carnes suculentas. Se dirigió al Jefe:
      __ Soy Carmen de Santiago de Cuba pero todos me llaman Crucita. Déjeme decirle, Comandante, que esta generación de jóvenes formado por la Revolución no le va fallar. Que lucharemos con ahínco para cumplir con nuestro deber como la generación histórica lucho por nosotros. Vamos con toda la fuerza que nos ha inculcado usted y el espíritu de nuestro guerrillero heroico, el Comandante Che Guevara, Por eso pedimos que nuestra brigada se llame así “Comandante Guevara” y que así nos identifiquen.
      Hubo murmullos de aprobación entre el grupo y se oyeron algunos vivas y un aplauso generalizado. Fidel observo atentamente a la estudiante. Parecía un cucurucho de helado de fresa con su falda color beige y su blusa rosada. Le gusto sexualmente. Era del selecto grupo de agraciadas con quien tenía amoríos ocultos. Aniñadas pero con fuerte carácter, no fácil de doblegar. Para él era como un reto a su hombría y a su rango que una chica casi adolescente se le enfrentara en la intimidad. Y esta chica, como se llamaba… Crucita, cumplía con los requisitos. Lástima que la hubiera descubierto tan tarde a unos días para irse al extranjero, pero podía contactarla más tarde. Ya estaba aburrido de su actual mujer que lo había llenado de hijos y a la que había que mantener oculta porque eso iba en contra de su imagen para con el pueblo. Se suponía que él estaba casado con la Revolución, que esta era su verdadera esposa y que no había amor más grande que la patria. Esa imagen se le había inculcado al pueblo desde los primeros años y no iba a cambiar. Desde entonces, había tenido que buscarse pequeñas Crucitas en las sombras que su equipo de seguridad le hacía llegar con discreción de secreto de Estado y lidiar con la flaca, alta y peleona de su esposa oficial que pocos conocían y que se le había aguado al carácter por vivir casi en la clandestinidad. Eso era demasiado para una mujer del Comandante Supremo de la Revolución.
     Crucita termino su alocución o su discurso entreguista mientras Daniel copiaba alto en la silla la situación. “Pero que guatacona la muchacha me salió” Se dijo así mismo. La conocía de sus estudios en la facultad de Santiago de Cuba. Era una dirigente nata. Un cuadro pujante de la UJC y ella lo sabía. Con su voz estridente y desafiante podía encender los ánimos del público más frio. Todo en contraste con su menuda figura que parecía no ser nada. Daniel la conocía bien. Ella había tenido un novio de su misma edad de carácter débil en comparación al de ella pero que la idolatraba. Era estudiante de la Facultad de Ingeniería frente a la de Medicina y se veían todos los días, hasta estudiaban juntos. Pero Crucita empezó con sus visitas que le demandaban su liderazgo frente a la UJC y se enamoró del chofer del ómnibus que era un joven atlético pero sin estudios. Era fogoso en la cama en las ciudades donde tenían que ir en sus numerosas giras de rendición de cuentas. Así que rompió con su novio oficial. Este fue a quejarse a la casa de ella. Los padres de la chica lo echaron diciéndole “maricon” Y ahí termino la aventura y la buena reputación de Crucita. Se la considero una buena dirigente a temer por su poder pero vulgar al tirarse a su chofer a vista de todos. Entre sus amigas más íntimas comenzaron a despreciarla por su desliz. Eran chicas de buenas familias, orgullosas y vanidosas. Crucita no les hizo caso y continúo acostándose con el chofer que la complacía cada vez más.
     El Comandante dijo unas frases más de despedida y se marchó igual que vino, a escondida. Eran secretos de estado sus movimientos aunque fueran recreacionales, se hacían en el más absoluto misterio. Por eso el pueblo lo veía en los actos más oficiales: celebraciones de fechas patrias, aperturas de fábricas, inauguración de monumentos. Actividades como esta, y otras más particulares eran secretas. Todo para resguardarse de algún atentado del enemigo del norte aunque la razón principal fuera el de mantener el culto a la personalidad: fuerte, evasivo como un tigre, misterioso. Así había sido su vida en los últimos 30 años, el mismo la había escogido así, sabia la fascinación que ejercía sobre el pueblo y ello lo motivaba más.
     Cuando la comitiva de jeeps verde olivo y todos los guardaespaldas y grupo de apoyo habían desaparecido en la oscuridad, la fiesta decayó. Ya nadie quería bailar ni estaba borracho. Solo entusiasmados. Daniel se unió al grupo de su localidad y anduvo hacia los ómnibus que esperaban en el lindero del bosque de mangos. Junto a él estaba Elio quien sobresaltado por los últimos acontecimientos con el Comandante comento eufórico:
     __ ¿Viste que me dio un pequeño apretón en el hombro cuando se iba? ¿Viste?
     __ Sí. Lo vi. Quedo impresionado por tu excelsa figura. __ Comento con sarcasmo Daniel.
    __ Y mañana nos van a dar los libros que necesitamos… Y el esfigmo, esteto y las batas que tantos nos hacían falta.
     __ Ese es el poder que tiene el Comandante. Basta una palabra suya para que todo aparezca. Parece el Rey Midas…
     Elio lo miro con extrañeza no pareciendo entender nada. Daniel vio su la situacion y agrego:
      __ Quiero decir que el Comandante se preocupa de verdad por nosotros. Seguro no ignoro tu presencia en el acto__ Hizo una pausa y suavizo sus palabras. __ Si tienes un problema cuando estemos en Nicaragua le escribes una carta al consejo de Estado y el resolvería de inmediato.
     __ ¿Tú crees?
     __Te lo aseguro.
     Tomaron el ómnibus. La noche había caído de lleno sobre el bosque, solo se divisaba el resplandor de los faros de los ómnibus volviendo a la Facultad de Girón. Daniel recostó su cabeza en la ventanilla y medito sobre su vida. Había tenido una sola novia en su vida y ni tan siquiera habían hecho el amor. Y este noviazgo había terminado tan brusca y dolorosamente con la traición que lo había dejado como un vaso vacío que ahora la Misión intentaba llenar, no sustituir porque lo apartaba de sus pensamientos nefastos y le daban como una nueva esperanza y no dejaba que su autoestima se arrastrara por el suelo completamente. Él no era el centro del mundo. Sabrá Dios como estarían los corazones de los demás miembros del grupo, excepto el matrimonio, a esta altura de las cosas, también rotos como el de él, aunque ellos tenían un mecanismo más fuerte de defensa propia y eran optimistas por naturaleza pero a Daniel el pesimismo le atacaba por rachas. Se preguntaba si no tendría una especie de personalidad Bipolar aunque esto lo había empezado a padecer justo a la adolescencia. Sus periodos de Depresión aunque él lo denominaría “de melancolía” le daban por encerrarse en su cuarto con sus libros queridos y escribir largas páginas en su cuaderno de notas y en su diario. Algo había heredado del padre con su tristeza crónica después de que la Revolución le intervino el negocio de sus amores y lo había sumergido en una amargura callada y un desapego a la educación de los 5 varones sin darle ni una caricia ni una palabra amable como hacen los verdaderos padres. Daniel nunca le perdono ese comportamiento, de la falta de cariño paterno, solo el de su madre que no bastaba para llenar el vacío. Años más tarde, cuando cumpliera la treintena perdono a papa y justifico la conducta fría de sus hermanos. Pero ahora era muy joven y todavía las cosas nuevas le sorprendían y nada como un viaje largo por largos años lejos de casa para probarse como hombre. Quizás el amor nuevamente tocaba a su puerta.

     Al día siguiente los altavoces de la facultad los despertaron y bajaron a las oficinas del edifio donde, tras un improvisado mostrador, la señorita Ángela les fue entregando uno por uno abultados paquetes: las batas médicas, los prometidos libros, el esfingo y el estetoscopio.


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